La excelente novela Los papeles póstumos del club Pickwick descansa sobre la barriga de Laura, dormida en el sofá después del almuerzo. Se ha tumbado diez minutos con la idea de leer un poco, pero los ojos se le han cerrado y no ha pasado de la segunda línea. Está cansada, aunque contenta porque vuelve a tener bastante trabajo. La larga temporada con pocas traducciones ha pasado y ya no tiene tanto tiempo para leer, pasear, ir de excursión o pasar un rato con los amigos.
Cuando despierta, piensa que quizá ya es hora de gastar un poco del dinero que ha ganado con los últimos trabajos en algún viaje estimulante. ¿Adónde podría ir? Tiene que ser un lugar que también pueda interesarle a Pol, claro. Un movimiento hace caer al suelo el libro que tenía encima. Lo recoge y se lo mira. ¡Qué magnífica novela! ¡Menudo escritor, ese Dickens! ¿Qué tal un viajecito a Londres para ver su museo? Podría estar muy bien.
—No hay manera que avance con este libro, Pol, con lo que me gusta. Tengo que tomarme un descanso. En cuanto entregue la traducción del ensayo que tengo entre manos, podríamos ir a algún sitio, ¿no?
—Vale. Seguro que tienes algo pensado, que te conozco.
—Pues se me ha ocurrido que podríamos ir a Londres.
—¿A Londres? ¿Y cuál es la excusa? Tú siempre tienes un motivo para ir a los lugares.
—Dickens es el motivo. Vivió un par de años en Londres y hay un museo dedicado a él. Además, el club Pickwick estaba en Londres y otros libros de Dickens también están ambientados en esta ciudad. Por cierto, ¿sabes que hay un síndrome que debe su nombre a Los papeles póstumos del club Pickwick? Es el síndrome de Pickwick, una hipoventilación debida a la obesidad mórbida que produce hipoxemia y…
—¡Deja de decir palabrotas! El viaje me parece muy bien, pero no querrás ir en avión, ¿verdad?
—No, claro que no, contamina demasiado. Iremos en tren. Podemos pasar un par de días en París y cruzar a Inglaterra por debajo del mar. ¡Qué emoción!
Laura disfruta planificando viajes, aunque después no los haga. Ya se imagina buscando horarios de trenes, hoteles, lugares para visitar, museos, parques, quizá algún concierto o una obra de teatro. Piensa en los paseos por las orillas del Támesis. La pequeña escala en París también le gusta, aunque sea corta. Podrían quedarse una noche y buscar un barrio que no conozcan o mejor simplemente pasear por las orillas del Sena. Dos ríos, dos ciudades. Esto le recuerda otra novela de Dickens, Historia de dos ciudades, ¡genial!
Hay un error en el texto. Bueno, uno voluntario, quizá haya más, involuntarios. ¿Te apetece buscarlo? Dentro de unas semanas, la solución, con su comentario.
La expresión correcta es «no hay manera de que», puesto que el sustantivo requiere la preposición de. Se trata pues de un caso de queísmo, como muy bien explica la Fundéu. Podéis acordaros con facilidad pensando en una frase parecida formada con un verbo, como «no hay manera de aprobar esta asignatura». En este caso, se ve claro que hay que poner de; pues también en la frase del caso que nos ocupa, cuando se forma con que. En este otro articulito podéis ver una buena explicación del queísmo.
Excelente historia. Debería escribir novelas, además de traducir. Y ese viaje siempre es posible.
Lo tengo en mente, sí. Este es mi año Dickens. Es un cuento sencillo, solo para introducir un error gramatical que permita aprender algo. Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
El error es:
«No hay manera que» – incorrecto
«No hay manera de que» – correcto.
Es un caso de queísmo.
No me dejó entrar. Soy Natalia Rodiónova.
Excelente, Natalia. Eso es. Muchas gracias por responder.
Un abrazo.