Expresiones francesas: droit de cité

A raíz de la publicación de descarga gratuita del Diccionario de locuciones y modismos franceses de Víctor Goldstein (gracias, Víctor), se me ha ocurrido la idea de compartir con vosotros unas fichas de expresiones francesas que he ido recopilando a lo largo de mi actividad profesional como traductora. Las expresiones a veces pueden ser difíciles de traducir y, sobre todo, de adaptar al contexto. Tengo la intención de explicar primero lo que significa la expresión, con su traducción al español, y después buscar algunos ejemplos en francés y en español. Espero que os interese. De paso, puedo ir tirando las fichitas a la papelera, que ya me están molestando, puesto que quedarán en el blog.

Vamos a por la primera: droit de cité. Según el diccionario Larousse, se trata de «l’ensemble des privilèges qui étaient attachés à la qualité de citoyen d’une cité antique». El Trésor de la langue française dice: «Jouissance de tous les droits de citoyen, de membre d’une cité, avec les privilèges qui en découlent». Así que podemos decir que se trata de los derechos que tiene una persona como ciudadano. Parece algo que pertenece más bien al ámbito jurídico, pero es una expresión utilizada con cierta frecuencia en la actualidad en otros ámbitos, así que la traducción habitual de «derechos de ciudadanía» puede que no siempre nos resulte útil. Otras opciones pueden ser: prerrogativas, aceptación, reconocimiento, derechos… Algunas frases:

Les étrangers qui étaient investis du droit de cité prenaient le nom de la personne qui leurs avaient donné cette faveur.
Los extranjeros que gozaban del derecho de ciudadanía tomaban el nombre de la persona que les había concedido este favor.

Ni la chanson en anglais, ni le base-ball, ni le hamburger n’ont réellement droit de cité au pays du boléro et de la tortilla.
Ni la canción en inglés, ni el béisbol, ni la hamburguesa han calado realmente en el país del bolero y la tortilla.

Le phénomène acquerait droit de cité dans le monde de la physique.
El fenómeno se aceptaba en el mundo de la física. / El mundo de la física aceptaba el fenómeno.

¿Tenéis alguna sugerencia de traducción que se pueda añadir? ¿O algún ejemplo?

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Expresiones con topónimos

Como es bien sabido, un topónimo es el nombre propio de un lugar, es decir, un nombre geográfico: nombres de calles, plazas, parques, pueblos, ciudades, países, regiones, ríos, lagos, mares, montañas y un largo etcétera. El Instituto Geográfico Nacional tiene información sobre los topónimos españoles, que se puede descargar. Los nombres de lugares también figuran en refranes y expresiones de todos los países, con diferentes significados o simplemente descriptivos del lugar. Algunos de los usados en España son los siguientes. Si conocéis más, los puedo añadir.

  1. Coger las de Villadiego. Marcharse de repente y sin dar explicaciones, a modo de huida.
  2. Irse por los cerros de Úbeda. Alejarse del tema de la conversación.
  3. Estar en Babia. Estar distraído/a.
  4. Esto es Jauja. Encontrarse con algo divertido y que hace feliz.
  5. Quien fue a Sevilla perdió su silla. Alejarse de un lugar y perderlo al volver.
  6. Tener más moral que el alcoyano. Persona o colectivo que lucha por algo con mucha fuerza.
  7. Pasar una noche toledana. No poder dormir por problemas o preocupaciones.
  8. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Hablar de algo que no tiene nada que ver con lo que se está tratando.
  9. Estar entre Pinto y Valdemoro. Estar indeciso.
  10. Estar en la luna de Valencia. Estar despistado/a y no prestar atención a lo que ocurre alrededor.
  11. No se ganó Zamora en una hora. Conseguir algo importante requiere tiempo.
  12. Estar en las Batuecas. Estar distraído/a.
  13. Fuenteovejuna, todos a una. Como en la obra teatral, la unión de todo un pueblo con un objetivo común.
  14. Ancha es Castilla. Actuar con libertad, sin ataduras.
  15. Salir de Málaga para entrar en Malagón. Ir de un lugar malo a otro peor.
  16. Poner pies en Polvorosa. Marcharse rápidamente.
  17. Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. La pasión amorosa puede arrastrar a la desgracia.
  18. De Madrid al cielo. Maravillosa Madrid.
  19. Quien no va a Sevilla no ha visto maravilla. Preciosa Sevilla.
  20. Que salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera (y que sea lo que Dios quiera). Tomar una decisión de la que no se está seguro y asumir el riesgo.
  21. ¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente! Alguien que se cree importante se va de la ciudad.
  22. Eres como el Guadiana, que aparece y desaparece. El significado está claro, ¿verdad? La corriente superficial del río Guadiana desaparece en algunos tramos de su recorrido para volver a aparecer más abajo. Este me lo han chivado en un comentario. Muchas gracias.

Hay otros muchos, por supuesto. De hecho, cada lugar, por pequeño que sea, tiene sus expresiones y refranes.

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Los quinientos millones de la begum

He publicado una nueva traducción de la obra de Jules Verne Los quinientos millones de la begum, una novela de la serie Viajes extraordinarios, cuya primera edición en francés salió en 1879. Forma parte de mi plan de ir traduciendo las obras de este interesante autor en momentos de poco trabajo y publicarlas en Amazon, ya que se me ofrece esta interesante posibilidad de autopublicar libros de autores de dominio público. Soy consciente de que las editoriales siguen editando las obras de Jules Verne, pero suele tratarse de las primeras traducciones, ya muy antiguas. Creo que vale la pena ofrecer a los lectores nuevas traducciones de mayor calidad.

Los quinientos millones de la begum es una obra inquietante. Dos personas, un francés y un alemán, comparten la millonaria herencia de una princesa india. Uno quiere dedicar este dinero a construir algo que beneficie a la humanidad, una ciudad modelo con todas las características para que la gente que vive allí no enferme y viva bien; el otro está lleno de odio y su objetivo es la destrucción, así que crea todo lo contrario, una ciudad inaccesible, amurallada y con unas reglas estrictas donde se fabrican armas de todo tipo destinadas a dominar y matar. Las dos ciudades se encuentran en Estados Unidos, bastante cerca una de la otra. Ni que decir tiene que Herr Schultze quiere destruir France Ville, la ciudad que ha edificado el buen doctor Sarrasin, desde su fortaleza inexpugnable. Marcel conseguirá introducirse en la Ciudad del Acero como trabajador y descubrirá muchos de sus terribles secretos. Después de múltiples aventuras, conseguirá desbaratar los planes del alemán.

Se puede ver la obra como una simple historia de aventuras, pero también se puede ir más lejos, porque la historia induce a la reflexión. A mi, me ha hecho pensar en cosas como: ¿por qué cuando las personas tienen los medios resulta que unos los dedican a hacer algo que consideran bueno y otros se ven impulsados por el odio hacia el mal? ¿Por qué es tan frecuente que se intente destruir la labor positiva o simplemente neutra de alguien? ¿A qué se debe este afán por dominar que tienen algunos? Son preguntas que no tienen respuesta, supongo, o quizá tienen muchas respuestas y bastantes aplicaciones. Por ejemplo, ¿por qué, en los congresos académicos de traducción son tan frecuentes las ponencias en las que se critica la traducción de un colega, la mayoría de las veces sin ofrecer alternativas a lo que se supone que es un error? Es algo que no puedo soportar…

Otro aspecto de esta novela son las anticipaciones, tan habituales en las obras de Jules Verne, aunque a veces controvertidas, como en este caso. En la Ciudad del Acero, se fabrican armas químicas, por ejemplo, que se lanzan en el interior de un proyectil con un inmenso cañón que tiene un gran alcance. Se vislumbra también la idea del satélite artificial que da vueltas alrededor de la tierra. En France Ville, hay también grandes inventos, como un sistema de comunicación mediante el cual todos los miembros de un comité pueden hablar a la vez, como en las actuales teleconferencias. Algo terrible que quizá anticipa Jules Verne es la idea de la supremacía racial que desembocaría en el nazismo y los totalitarismos posteriores. Herr Schultze está convencido de que la raza alemana es perfecta y la francesa está degenerada, por ejemplo.

Muchas otras reflexiones pueden surgir a partir de esta novela, que no solo son interesantes para los adultos, sino sobre todo para los jóvenes y los niños. Las obras de Jules Verne siempre me han parecido una buena lectura para estos últimos y además puede ser muy útil en las escuelas para generar debate y reflexión en clase, creo yo. Para terminar, un fragmento de mi traducción:

Después de pasar cuatro meses en la sección A, Marcel no sabía más del conjunto de los trabajos de la Ciudad del Acero que antes de entrar. Como mucho, había reunido alguna información general sobre la organización, de la que él solo era, a pesar de sus méritos, un engranaje casi ínfimo. Sabía que el centro de la tela de araña que representaba Stahlstadt lo ocupaba la Torre del Toro, una especie de construcción ciclópea que dominaba todos los edificios cercanos. También se había enterado, siempre por los relatos legendarios de la cantina, de que la vivienda personal de Herr Schultze se encontraba en la base de aquella torre y de que el famoso despacho secreto ocupaba su centro. Además, se decía que aquella sala abovedada, garantizada contra cualquier peligro de incendio y blindada interiormente como un monitor lo está por el exterior, estaba cerrada por un sistema de puertas de acero con cerraduras ametralladoras, dignas del banco más suspicaz. Por otra parte, la opinión general era que Herr Schultze trabajaba en la finalización de una máquina de guerra terrible, con un efecto sin precedentes y destinada a asegurar pronto a Alemania el dominio del mundo.

Encontraréis mis tres traducciones de Jules Verne en Amazon: Robur el Conquistador, Dueño del Mundo y Los quinientos millones de la begum. Se agradece compra y promoción, por supuesto. Además, en mi página web, siempre veréis todos los libros que he traducido y colgado en Amazon. Pronto llegará el cuarto: Ante la bandera.

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Los tres azules (3)

El tercero de los azules se lo debemos a Antonio Martínez Ron y se llama Algo nuevo en los cielos, publicado también por Crítica en 2022. Muchos conocemos al autor gracias a los encuentros de Naukas, que presenta junto con Javier Peláez, y sabemos que es un gran profesional del periodismo y la divulgación científica. También sabemos que es capaz de la mayor seriedad y rigor, pero que nos puede hacer reír un montón; así que nos esperamos un libro ameno, riguroso y muy interesante. Nos quedamos cortos; además está muy bien organizado, muy bien documentado y es fascinante, nos transporta por los aires y nos hace soñar, y volar, junto con todas las personas que descubrieron, con los medios de su época, todo lo que se puede saber sobre el cielo.

Antonio Martínez Ron es periodista científico y sabe muy bien cómo dar a conocer los temas y los descubrimientos más complicados a los no especialistas; lo hace cada día por diferentes medios: prensa, radio, televisión, Internet. Es uno de los responsables de Naukas, un impresionante blog de divulgación científica que además organiza periódicamente encuentros científicos divertidos y muy interesantes, en los que actúa como presentador de los diferentes participantes. Ha escrito varios libros, algunos para niños, y ha dirigido un documental sobre el cerebro y sus enfermedades. Bueno, ha hecho y sigue haciendo muchas cosas y ha recibido un montón de premios.

¡Es increíble la cantidad de cosas que se pueden estudiar en el cielo! Desde el jardín de su casa hasta la estratosfera, Antonio Martínez Ron nos lleva de viaje a lo largo y ancho de la atmósfera y también a través del tiempo, al ritmo de los descubrimientos, para contarnos cómo se las ha ingeniado la humanidad de cada época, a través de algunas personas curiosas, para encontrar explicaciones a fenómenos hasta el momento incomprensibles. ¿Qué puede haber en el cielo? Muchas cosas: moléculas, microorganismos, polen, polvo, esporas de hongos, algas microscópicas, diatomeas, ceniza volcánica, contaminación, globos, aviones, nubes, insectos, aves, murciélagos, meteoros, basura espacial, luz, color… ¿Por qué es azul el cielo? ¿El tono del azul es el mismo en todas partes? Pues resulta que no, como muy bien comprobó Saussure con su cianómetro, cuando había que subirse a una montaña para elevarse por los aires, porque no existían ni los globos aerostáticos. ¿Y qué pasa con las nubes? ¿Cómo empezó la meteorología? Las ideas iniciales sobre todos estos aspectos que se pueden estudiar en el cielo son muy curiosas y es muy interesante ver su evolución a lo largo del tiempo.

En un principio, la humanidad no disponía de ningún método ni aparato para elevarse por el aire, pero no por eso dejaba de hacerse preguntas, que intentó responder subiendo a las montañas más altas que podía, para estudiar desde allí múltiples aspectos del cielo y emitir sus hipótesis. A través de las páginas del libro, nos vamos dando cuenta de la evolución de la reflexión de los científicos, que da lugar a observaciones que también evolucionan, porque se van encontrando respuestas, que generan más preguntas. ¿Qué son las nubes? ¿Cuántas clases de nubes hay? ¿Hasta dónde llegan? ¿Cómo ser forman? ¿Cómo llega el agua a las nubes? ¿Qué es el rocío y cómo se forma? Lo que se puede observar y estudiar desde lo alto de una montaña, por más alta que sea, es limitado, pero pronto aparecen los globos aerostáticos, que representan un gran avance. ¡Ahora el ser humano puede volar, en cierta manera! Las elevadas altitudes que se alcanzan con un globo producen no pocos problemas e incluso muertes por falta de oxígeno, pero aportan muchos datos; ¡vaya, allí arriba la composición del aire cambia! ¿Qué ocurre? ¿Qué gases componen el aire?

Los globos, los primeros aeroplanos y el avance del conocimiento abren las puertas a una nueva ciencia, la meteorología, un amplio campo que conducirá a los primeros intentos de predicción del tiempo. Es necesario comprender cómo se forman las tormentas, por qué se produce el viento y ver las cosas desde un punto de vista planetario, no solo local. Una cosa lleva a la otra y aparecen los mapas del tiempo. Pronto se ve la gran importancia que puede tener para un barco o un avión saber qué puede esperar en su recorrido por el mar o el cielo. ¡La vida puede estar en juego! La erupción del Krakatoa produce unas consecuencias insospechadas; resulta que las nubes necesitan núcleos de condensación para formarse y estos núcleos pueden ser polvo, sal de mar, bacterias, etc. De ahí a los primeros intentos de producir lluvia o evitar terribles tormentas y granizadas no hay más que un paso. Desde estas alturas digamos que moderadas, también se puede estudiar la composición microscópica del aire, que dará lugar a la aerobiología, por ejemplo, así como al estudio de la contaminación atmosférica, ya entrada la época industrial.

Cada vez podemos llegar más arriba, ya hasta la estratosfera, y también surge un interés creciente por el estudio de las aves, que resulta que no se quedan en un lugar, sino que migran, y muy lejos. Los globos dan paso a los zepelines para el transporte aéreo y a los aeroplanos, esenciales en un primer momento para llevar el correo a lugares muy lejanos en poco tiempo. Pero la humanidad no solo fabrica cosas con un buen objetivo, también para la guerra y otros malos usos. Por otra parte, la era industrial produce una creciente contaminación de ese cielo que tan bonito nos parecía al principio y nos lleva a lo que todos sabemos, el cambio climático cuyas consecuencias ya se dejan sentir en nuestros días. Nuestro querido planeta se sigue viendo azul desde una nave espacial, que ha permitido a los astronautas ver el cielo desde la mayor altitud posible, incluso desde otro planeta, a través de las fotos que nos llegan actualmente desde Marte.

El remate del libro es el anunciado lanzamiento de un globo sonda por el autor desde el jardín de su casa, con la ayuda de sus dos amigos y expertos y con las debidas autorizaciones.  Ya nos había contado su proyecto en un capítulo anterior y estábamos con el suspense de si sería posible. ¡Sí! ¡A pesar de la pandemia! Todo un viaje desde su jardín de las afueras de Madrid hasta más de 27.000 metros de altitud, con grabación y recogida de datos, que además podéis ver en Fogonazos. El relato del lanzamiento de este globo sonda, con sus vicisitudes, me ha encantado; aquí no hay casi datos, es pura emoción, aventura, resumen y culminación de los años dedicados a la recogida de información para escribir este excelente libro. Toda la historia de la exploración del cielo a lo largo de los siglos concentrada en unas horas. ¡Un final redondo!

También los poetas, escritores y pintores nos han dejado obras que reflejan su manera de ver el cielo, las nubes, el color…, algo que refleja Antonio Martínez Ron en su libro. Mi querido Jules Verne está presente a lo largo de la obra y me hace especial ilusión la cita de su obra Robur el Conquistador, que he traducido y tengo colgada en Amazon. De la misma manera, nos regala anécdotas muy interesantes y variopintas, algunas muy impresionantes, como la del piloto de un caza averiado desde 14.000 metros de altitud a través de una tormenta, en paracaídas, de la que os pongo un fragmento: «Durante los siguientes minutos, William Rankin se convirtió en un náufrago que caía hacia arriba. Tras caer sobre el yunque de la nube, la corriente de aire ascendente los atrapó a él y a su paracaídas y la tormenta jugó con el piloto como un monstruo que se entretiene con una víctima indefensa. Rankin estuvo muchos minutos en el interior de aquel gigantesco cumulonimbo y fue arrastrado, golpeado, arañado y, por momentos, casi ahogado por la propia nube. Pronto lo rodearon las descargas eléctricas y los truenos. «El estruendo parecía hacer vibrar cada fibra de mi cuerpo —escribió—. No escuchaba los truenos, los sentía.» Si no hubiera sido por el casco, los estallidos de la tormenta habrían reventado sus tímpanos y habría quedado sordo de por vida. Los rayos le pasaron tan cerca que pensó que lo iban a atravesar en cualquier momento, y su fulgor era tan potente que incluso con los ojos cerrados percibía los destellos y su retina seguía sumida en un resplandor rojizo durante unos segundos».

Los tres azules me han proporcionado excelentes momentos de lectura y me han enseñado un montón de cosas del cielo, el mar y el espacio. Las cosas no terminan aquí con libros como estos, porque abren múltiples puertas a otras lecturas y estudios. Ya veremos adónde me conducen, en espera de otros libros o, quién sabe, de la primera novela de estos maravillosos divulgadores científicos. Estaría bien, ¿no?

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Los tres azules (2)

Vamos a por el segundo azul, Planeta Océano, de Javier Peláez, publicado por Crítica en 2022. Los que hemos tenido el placer de asistir a los diferentes encuentros de Naukas ya sabemos lo estricto que es Javier Peláez con los tiempos de que dispone cada conferenciante para su presentación, así que nos esperamos un libro muy pero que muy bien organizado, pulido y escrito. ¡Y así es! Estamos ante la fascinante historia de la relación del ser humano con el agua como medio del que obtener alimentos y por el que desplazarse, un medio que pasó de separar a los pueblos a unirlos, gracias a la navegación. Así que pasamos de navegar por el espacio con ¿Estamos solos? a navegar por el agua con Planeta Océano y después navegaremos por el aire con Antonio Martínez Ron y su Algo nuevo en los cielos.

Javier Peláez es periodista, escritor y divulgador científico. Colabora con diferentes medios de comunicación (National Geographic, El País, El Español, Voz Populi, Radio Nacional de España, TVE, etc.). Es uno de los fundadores de la plataforma Naukas, en cuyas divertidas e interesantes reuniones suele participar como presentador, con su toque de humor y seriedad a la vez. Ha recibido un montón de premios, bien merecidos, por su excelente labor. Y lo que nos interesa ahora, ha escrito dos libros, el primero se llama 500 años de frío, publicado por Crítica; el segundo es el que nos ocupa, Planeta Océano, que lleva como subtítulo Las expediciones que descubrieron el mundo.

El libro empieza de la manera más insospechada, al menos para mí, que me esperaba embarcaciones. Pero tiene toda la razón, lo primero que hizo el ser humano para moverse por el agua fue aprender a nadar. Según los estudios, los grandes simios y las jirafas no son hábiles en estos menesteres acuáticos, pero los demás mamíferos, incluidos los murciélagos y los elefantes, nadan sin problemas. Pero nadar no nos llevaría muy lejos, así que tuvimos que dar un paso más, de nadar a navegar; para eso, necesitábamos una nave. ¡Ya tenemos el ingrediente principal del libro! ¡La nave! ¿Cómo eran las primeras embarcaciones? ¿Qué nos dice de eso la arqueología? ¿Cómo fueron evolucionando? Los inicios están llenos de conjeturas, pues probablemente eran barcos hechos de madera o de materiales que no resisten el paso del tiempo, pero también nos podemos fijar en las pruebas indirectas, como las migraciones y los materiales traídos de otro lugar (obsidiana, sobre todo).

El libro sigue la evolución cronológica de la navegación por el agua, tanto por ríos y lagos como por el mar; pero no se trata de una simple evolución a lo largo del tiempo, sino que además se añaden otros aspectos, según la época y las circunstancias. Por ejemplo, las primeras canoas nos pueden servir para conocer la difícil y extraordinaria labor de los arqueólogos: la canoa de Pesse, en los Países Bajos, y la canoa de Dufuna, en Nigeria. Son de madera de una sola pieza vaciada (canoas monóxilas), muy sencillas pero muy antiguas y se movían por aguas tranquilas, de ríos o lagos. Las embarcaciones se van haciendo más complejas en Mesopotamia (guffa) y, sobre todo, en Egipto. Todos estos pueblos antiguos nos sirven para conocer los principales usos de la navegación: explorar, transportar, comerciar, pescar, dominar, invadir. También nos sirven para conocer a los que construyeron las embarcaciones y su cultura.

Los fenicios y los griegos siguieron avanzando y se lanzaron a navegar por el mar, aunque sobre todo cerca de la costa, lo que se llama navegación de cabotaje. Surgen nuevos tipos de embarcaciones y también se desarrollan los puertos y otros elementos, porque la navegación por el mar implica retos mucho mayores que la fluvial: hay que saber dónde se está. Aquí enlazamos con otras disciplinas, como la geografía, para describir lugares, la astronomía, que permite orientarse, la zoología, porque las aves saben muy bien dónde está la costa, la historia, que nos enseña los usos de la navegación en el comercio, la exploración o la guerra, e incluso la etimología, muy interesante para nosotros, los traductores.

La navegación en la época romana nos lleva a conocer la fascinante historia de una serie de periplos y expediciones, como la extraordinaria expedición de cuatro sabios griegos a diferentes regiones del mundo que organizó Julio César y que aportó una gran cantidad de información de todo tipo; el periplo del mar Eritreo, etc. China no se queda atrás, con los impresionantes viajes de Zheng He, el descubrimiento de la brújula y muchas cosas más. La navegación ya es sobre todo en mar abierto, lo cual implica retos importantes, sobre todo de orientación. El mar ya es un medio esencial para la relación con otros pueblos y el comercio, pero también para el descubrimiento, con los viajes de Colón y otros navegantes de finales del siglo XV y principios del XVI. La relación con los pueblos indígenas de América puso de manifiesto la importancia de contar con buenos intérpretes, sin los cuales las cosas podían complicarse mucho.

Las diferentes exploraciones que se sucedieron nos sirven también para estudiar aspectos como la piratería o los naufragios. Conocemos a los vikingos, sus barcos y sus viajes; nos enteramos de que Julio César fue secuestrado por unos piratas; comprendemos la dura vida de los marineros de los barcos de los grandes descubridores que pasaban tanto tiempo en el mar, sometidos a todo tipo de penurias y enfermedades. Asistimos también al nacimiento de la meteorología, muy importante para navegar con más seguridad. Surgen progresivamente nuevos problemas que desarrollan nuevas soluciones y nuevas ciencias, como la oceanografía, ya en el siglo XIX. Somos testigos a lo largo de las páginas del libro del paso de la mitología y la superstición a la ciencia. No se dejan atrás los navegantes solitarios, que se hicieron a la mar por pura necesidad de aventura.

El último capítulo nos transporta de repente a nuestros días y nos mete en un baño de cruda realidad: el mar está contaminado, lleno de microplásticos (¡y no solo micro!), con tremendas zonas muertas que se van ampliando, eutrofización, sobrepesca, calentamiento… No es algo que no tenga solución, pero hay que hacer algo ya. ¡Esto lo digo yo!

Para que podáis captar un poco el espíritu de este fascinante libro, os dejo un fragmento sobre el escorbuto que me ha gustado mucho: «En el segundo viaje, Lind se convenció de que tenía que hacer algo al respecto y se dispuso a realizar lo que muchos autores consideran hoy como «el primer ensayo clínico de la historia». La idea era simple pero brillante: recopiló seis de los remedios más comunes para el escorbuto y trató con ellos a doce marineros afectados, dividiéndolos en seis grupos y anotando la evolución de cada uno de ellos. De esta manera, a algunos les ofreció vinagre, a otro grupo le dio un cuarto de sidra al día, a otros los trató incluso con agua de mar y, claro está, a dos de aquellos marineros les dio naranjas y limones. El resultado de estos últimos demostró ser eficaz, y los enfermos que comieron cítricos se recuperaron mejor y más rápidamente que el resto».

¡Gracias, Javier Peláez, por este maravillo libro! Nos queda el último azul, Algo nuevo en los cielos, de Antonio Martínez Ron.

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Los tres azules (1)

Así llamo a estos tres maravillosos libros publicados en 2020 y 2022 por Crítica. Todos tienen mucho azul en la cubierta y muchísimo interés en sus páginas. Uno nos habla del universo, el otro del mar y el tercero del cielo: tres viajes. El azul más oscuro es el de Carlos Briones, ¿Estamos solos? Empezaremos por este. Los otros dos son Planeta Océano, de Javier Peláez, y Algo nuevo en los cielos, de Antonio Martínez Ron. Tres diamantes pulidos, muy pulidos. El orden en que os cuento algo de su contenido solo depende del orden en el que los he leído, por supuesto.

Carlos Briones es doctor en Ciencias Químicas, especialista en Bioquímica y Biología Molecular, y se dedica a investigar, entre otras cosas, el origen y la evolución de la vida, con la idea de buscarla fuera de la Tierra. Además, es un excelente divulgador, capaz de explicar los conceptos más difíciles de una forma comprensible. También está muy presente en los fabulosos encuentros de Naukas. El libro que nos ocupa, ¿Estamos solos?, lleva como subtítulo En busca de otras vidas en el cosmos. Como os podéis imaginar, no se trata de buscar hombrecitos verdes, sino vida en sus manifestaciones más sencillas, aunque lo de los hombrecitos verdes tampoco se deja atrás.

El libro, muy bien organizado, consta de trece capítulos, doce de los cuales terminan con una interesante conversación tipo entrevista con una persona especialista en el tema tratado. El primer capítulo es una corta introducción, que nos sirve para centrar el tema. A partir de aquí, nos encontramos con cosas tan interesantes como la determinación de marcadores que indiquen la presencia de vida. Estos marcadores serían moléculas que se puedan detectar desde aquí y que estarían producidas, sin ninguna duda, por un ser vivo. Es algo difícil, porque los procesos químicos no biológicos también pueden producir diferentes moléculas orgánicas. En eso anda la astrobiología, entre otras cosas, como encontrar una definición de lo que es la vida, algo complicado.

El estudio de la evolución de la vida en nuestro planeta es algo esencial para comprender los procesos que tienen lugar y que podrían servirnos para identificarlos en otros astros. Aquí nos encontramos con LUCA, la madre de todas las células. ¿Y los seres que viven en medios terrestres extremos, los extremófilos? Pues nos pueden ser de gran ayuda, porque las condiciones de otros astros pueden ser muy diferentes de las terrestres, y el estudio de estos seres nos puede orientar. Por supuesto es muy importante estudiar la composición y las características de los astros cercanos y lejanos y, sobre todo, la presencia de agua. ¿Cómo se hace esto? Carlos Briones nos lo explica con todo detalle. Repasa uno a uno los planetas del sistema solar, los rocosos como Mercurio, Venus y Marte, y nuestro satélite, la Luna, y los gaseosos como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, con sus satélites rocosos, como Europa, Titán, Encélado o Ganímedes, así como los asteroides, los cometas y los exoplanetas. Parece increíble, pero se pueden saber muchas cosas de planetas muy lejanos, sobre todo de nuestra galaxia, pero también de otras. ¿La química del carbono es la única que puede dar lugar a seres vivos o el silicio u otros elementos pueden servir? También se habla de esto: bioquímicas alternativas.

¿Cómo se estudian los astros? El libro repasa las diferentes misiones espaciales que han aportado información esencial para comprender la composición de astros como nuestra Luna y los demás astros del sistema solar (planetas, satélites, asteroides, cometas). Las misiones Apolo, las sondas Viking o Voyager, y tantas otras. Estas misiones tienen sus complicaciones, porque hay que proteger estos planetas de la contaminación por microorganismos terrestres, para no interferir con los procesos naturales de estos astros y también para no detectar microorganismos supuestamente extraterrestres, pero que en realidad han llegado allí desde la Tierra. Por supuesto, también hay que proteger nuestro planeta de posibles organismos extraños en caso de naves que regresen de otros astros. La protección planetaria se ocupa de eso y complica infinitamente la construcción de los aparatos que tienen que llegar a estos lugares lejanos.

Los dos últimos capítulos se dedican al estudio de planetas de otras estrellas, los exoplanetas, incluida la búsqueda de vida inteligente, sobre todo mediante el programa SETI. Es mucho lo que se ha avanzado en este terreno; son muchos los exoplanetas descubiertos, miles, alguno fuera de nuestra galaxia. Incluso se pueden descubrir satélites de estos exoplanetas. ¡Increíble! El libro nos explica los diferentes sistemas que existen para detectarlos y lo que se puede saber de ellos. También nos cuenta las inquietantes señales recibidas de lugares muy lejanos gracias al programa SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence), ninguna considerada realmente producida por una inteligencia extraterrestre de forma segura, así como los mensajes e información que nosotros hemos mandado al espacio, con consideraciones muy interesantes sobre la oportunidad de comunicar nuestra posición a posibles seres cuyas intenciones no conocemos.

Algo fascinante del libro de Carlos Briones es la continua referencia a la mitología, la literatura y el cine. Podemos extraer interesantes referencias de películas y libros de ciencia ficción, además de referencias de obras científicas, por supuesto, con una amplia bibliografía final para ampliar los conocimientos sobre temas concretos. Gracias a estas referencias, he descubierto un interesante catálogo de libros de ciencia ficción, fantasía y terror-misterio; se llama Tercera Fundación y también tiene una serie de foros para intercambiar libros e impresiones.

Una cita del último capítulo os permitirá ir abriendo boca: «Esta breve conversación es inquietante, pero puede que refleje una gran verdad. Porque quizá no estemos solos, sino lejos. Es posible que esto sea lo que nos mantiene aislados. O tal vez nuestra especie haya aparecido y se haya desarrollado tecnológicamente demasiado tarde (o demasiado pronto), en comparación con los ritmos seguidos por otras inteligencias extraterrestres con las que ya (o todavía) no tenemos opción de comunicación. En cualquier caso, los humanos seguiremos intentándolo».

Buf, creí que me cabrían los tres azules en una entrada, pero no. Esto se está alargando demasiado, así que dejo las otras dos joyas azules para otras dos entradas, que no van a tardar mucho, espero.

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Una noche estrellada (busca el error)

Hace bastante frío fuera. Un libro de astronomía descansa sobre la mesa del comedor, abierto por la página que habla del origen del universo. Pol y Laura están terminando de ver una película de ciencia ficción, Ad Astra. Es casi medianoche.

—Me ha gustado. Ahora podríamos salir y estudiar un poco el cielo, a ver si identificamos alguna constelación —dice Pol.

—¿Con este frío? Bueno, vale, pero me tengo que abrigar mucho más —dice Laura, no del todo convencida, a pesar de su afición por la astronomía.

El espectáculo del cielo estrellado es magnífico y los mantiene mudos durante un buen rato. Después se ponen a buscar a simple vista las constelaciones que conocen. Identifican los planetas visibles en este momento. Ven algunas estrellas fugaces. Imaginan más que ven la Vía Láctea, nuestra galaxia.

—A lo mejor muchas de las estrellas que estamos viendo ya no existen en este momento —dice Laura—. Es difícil pensar que la luz tiene una velocidad y que, si la estrella está muy lejos, quizá ya ha muerto cuando nos llega su luz.

—Al menos sabemos que los planetas del sistema solar existen, los hemos fotografiado de cerca —dice Pol—. Pero tienes razón, las distancias del universo son enormes, igual que el tiempo que calculan que tiene el universo, casi catorce billones de años.

Pol acaba de leer un libro sobre el origen del universo, en inglés, y se pasa un buen rato contándole a Laura las últimas teorías, fascinantes, aunque muy difíciles de entender. Les encanta hablar de estos temas e intentar comprender una mínima parte de lo que los astrofísicos dicen.

—Me gustaría que me encargaran un libro de astronomía o cosmología para traducir —dice Laura—, o una novela de ciencia ficción.

Se quedan un rato más bajo las estrellas, cada uno sumido en sus pensamientos y sus sueños, hasta que el frío los obliga a meterse en casa.

Hay un error en el texto. Bueno, uno voluntario, quizá haya más, involuntarios. ¿Te apetece buscarlo? Dentro de unas semanas, la solución, con su comentario.

Esta vez ha sido Natalia la que ha dado con el error. En efecto, la palabra inglesa billion da lugar a muchos errores si no se traduce bien. Un billion son mil millones (1.000.000.000), o sea un uno seguido de nueve ceros. En cambio, un billón corresponde a un millón de millones (1.000.000.000.000), es decir, un uno seguido de doce ceros. ¡Muy diferente! Así que la traducción correcta de la palabra inglesa billion no es «billón», sino «mil millones». También existe la palabra «millardo» (mil millones), aunque se utiliza poco, no sé por qué. Los franceses tienen milliard y los italianos utilizan miliardi, con el significado de mil millones. Suele ser necesario cambiar alguna cosa para que la traducción quede bien. Por ejemplo, si tenemos que traducir 123 billions, simplemente le añadimos nueve ceros y vemos lo que sale: 123.000.000.000. Son ciento veintitrés mil millones (123 000 millones o 123 millardos o 123 × 109).

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La clasificación de los seres vivos

La taxonomía biológica, una rama de la biología, es la ciencia de la clasificación, es decir, se ocupa de establecer unas reglas que permitan clasificar a los seres vivos en una especie de árbol para formar un sistema ordenado que ayude a ver con claridad las relaciones que tienen unos seres con otros debido a su historia evolutiva. Esta palabra también se utiliza para hablar de la propia clasificación, o sea del conjunto de taxones (categorías) que forman la clasificación. El árbol filogenético de los seres vivos, como os podéis imaginar, es muy grande, enorme, así que solo vamos a ver su inicio. Los principales taxones (hay más) que se utilizan para clasificar a los seres vivos son estos, con su traducción al francés:

Vamos a empezar por los dominios. Son tres: bacterias (Bacteria), arqueas (Archaea) y eucariotas (Eukarya). Fácil. Bueno, en realidad, las bacterias y las arqueas son procariotas, pero no vamos a complicar las cosas, que ya bastante se complican en el resto de la clasificación. ¿Cómo se escriben estos tres dominios? Para saberlo, lo mejor es consultar el magnífico libro de Gonzalo Claros, Cómo traducir y redactar textos científicos en español, que se puede descargar gratuitamente en la web de la Fundación Dr. Antoni Esteve. Este libro nos dice lo siguiente: «Así, solo la nomenclatura de virus y bacterias recomienda poner en cursiva todos los taxones en latín, mientras que las nomenclaturas de animales, vegetales y protozoos solo mantiene la cursiva para género y especie». Por lo tanto, tendremos que escribir «Bacteria» en cursiva, si utilizamos la palabra en latín y en mayúscula, como debe ser; por supuesto, si la utilizamos en español, tendremos que escribirla en minúscula y en redonda: bacteria. Solo cuando nos refiramos al dominio la podremos escribir en latín (cursiva y mayúscula). Gonzalo no nos dice nada de cómo escribir «Archaea», que no es una bacteria ni un eucariota, aunque la Fundéu considera que debe escribirse en redonda.

Estos tres dominios son las tres primeras ramas que salen del tronco del árbol de los seres vivos. He dicho «tronco», así que tal vez haya un ser vivo que originó a estos tres, ¿no? Pues sí, así lo considera la ciencia, y se llama LUCA, el antepasado unicelular de todos los seres vivos. LUCA son las siglas de Last Universal Common Ancestor, o sea el último ancestro común universal. Bueno, yo lo consideraría el primero, pero en fin… ¿Existió realmente este antepasado común? No podemos saberlo a ciencia cierta, claro, porque ya no existe, pero los estudios genéticos demuestran que sí. ¡Ya no volveremos a decir nunca más que venimos del mono, venimos de LUCA! De todos modos, el mono nunca fue nuestro antepasado, sino como mucho nuestro primo hermano. Por supuesto, tenemos antepasados más cercanos: el antepasado común con los monos, el antepasado común con los neandertales… Pero ese es otro tema.

Así que las tres primeras ramas de LUCA son las bacterias, las arqueas y los eucariotas. ¿Qué diferencia a estas tres ramas? Las bacterias son organismos unicelulares procariotas, con una pared celular y una membrana celular; carecen de núcleo, por lo que su material genético (ADN), en forma de cromosoma circular, está suelto en el citoplasma; carecen de orgánulos, como el retículo endoplásmico, las mitocondrias, los cloroplastos, etc.; pueden tener flagelos o pelos para moverse; se reproducen asexualmente. Las arqueas también son procariotas unicelulares, con pared celular y membrana celular; carecen de núcleo y su cromosoma es circular, carecen de orgánulos; pueden tener flagelos; se reproducen asexualmente. ¿Qué las diferencia de las bacterias, entonces? Pues, sobre todo, la composición de la pared celular, su metabolismo más limitado y el modo de transcripción y traducción del material genético, más parecido a los eucariotas. Las arqueas son organismos más primitivos, por decirlo así, que las bacterias y han quedado relegadas a ambientes extremos, porque no han podido adaptarse como las bacterias. A diferencia de estas últimas, no son patógenas ni tan variadas, aunque pueden encontrarse en nuestro intestino, como parte de la microbiota.

Los eucariotas tienen diferencias marcadas con las bacterias y las arqueas. No tienen pared celular; pueden ser unicelulares o pluricelulares; tienen un núcleo que encierra su material genético; tienen numerosos orgánulos en el citoplasma; su material genético es lineal y múltiple, en forma de más de un cromosoma; son capaces de reproducción sexual, que es el tipo de reproducción que permite mayor intercambio genético. Digamos que son más evolucionadas que las bacterias y las arqueas, y son las que dan lugar a las plantas y los animales, aunque también pueden ser unicelulares, como los protozoos (amebas, plasmodios, etc.).

De los tres dominios, el que se nos hace más extraño es el de las arqueas, porque no son patógenas y viven en ambientes un tanto apartados, así que vamos a poner un ejemplo de estos seres vivos todavía poco conocidos, aunque algunos utilizados en la industria. Una arquea tiene el sugerente nombre de Pyrococcus furiosus. Al parecer, este nombre se debe, por una parte (género), a que es un extremófilo cuya temperatura óptima de crecimiento es de 100 ºC y, por otra parte (especie), a que crece con mucha rapidez. Es redondito, tiene flagelos, aunque diferentes de los de las bacterias, y no le gusta nada el oxígeno, así que vive en ambientes anaerobios. Se encontró por primera vez en la isla Vulcano de Italia, en sedimentos termales marinos. Se utiliza en el laboratorio (amplificación del ADN en la PCR) y en la industria (producción de dioles). ¡Es una monada!

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Ajo y agua

¿Conocéis esta expresión? Es curiosa e interesante por la manera en que se ha formado: ajo(derse) y agua(ntarse). Es decir, se han juntado y acortado palabras para producir un eufemismo que nos puede ir muy bien si no nos interesa, por el motivo que sea, pronunciar palabras malsonantes. ¿La agencia no te acepta la tarifa que le has propuesto? Ajo y agua. ¿La editorial te propone una fecha de entrega que ni cinco traductores traduciendo en cadena podrían cumplir? Ajo y agua. ¿Hace tres semanas que ningún cliente se acuerda de ti? Ajo y agua.

Bueno, en los casos anteriores, quizá tendríamos que buscar la parte positiva, que la tiene. En los tres casos, tendremos menos trabajo y, por lo tanto más tiempo, que podremos utilizar para lo que nunca tenemos tiempo de hacer: leer, ordenar el ordenador que, a pesar de su nombre, no se ordena solo, pasear, hacer deporte y un montón de cosas más, de las que son gratis, claro, porque, en cuestión de dinero, ajo y agua, si no te toca la lotería.

No se puede decir lo mismo de otras jodidas mayúsculas, como el calentamiento global, la guerra de Ucrania o cualquier otra guerra y muchas cosas más que no tienen, se mire como se mire, ninguna parte positiva, al menos para nosotros, los humanos. En estos casos, ajo y agua, o mejor alguna otra expresión mucho más dura que ahora mismo no se me ocurre.

Parece que no se sabe cuándo surgió esta expresión popular, que no registran los diccionarios de la RAE ni los libros clásicos. Podemos ver muchos ejemplos de su uso actual en el CORPES. Oído también en la serie El inmortal, episodio 4 más o menos en el minuto 10, en una escena muy divertida. Por cierto, en otro orden de cosas, parece que hay un restaurante en Murcia que se llama Ajo y agua. No sé yo… Quizá habrá que ir a probar, cuando menos para saber por qué se llama así, ¿no? Los platos tienen muy buena pinta. ¿Dónde estará el ajo y agua? ¡Misterio!

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El juramento de Aníbal

Estaba leyendo un libro de Jules Verne y me he encontrado con esta frase:

Un jour, en mars, Marcel venait, pour la millième fois, de se renouveler à lui-même ce serment d’Annibal, lorsqu’un des acolytes gris l’informa que le directeur général avait à lui parler.

Vaya, ¿qué será ese juramento de Aníbal? Tendré que buscar información al respecto, faltaría más. Ya que he aprendido algo, pues lo comparto con los que quieran leer esta entrada. Resulta que el padre de Aníbal Barca, Amílcar Barca, el gran general cartaginés que luchó contra los romanos en la Primera Guerra Púnica y perdió, y que también se puso a conquistar la península Ibérica, sentía un gran odio por los romanos, como es natural si te dedicas a la guerra. Cuando su hijo tenía nueve años, le hizo jurar odio eterno a Roma. Fue un juramento en toda regla, en el ara de sacrificios, según cuentan el historiador Tito Livio y otros eruditos de la época. Debido a este juramento, dedicó su vida a luchar contra los romanos, sus mortales enemigos.

Algunas obras de arte presentan la escena del juramento, como el tapiz de la catedral de Zamora, del siglo XVI, con una leyenda esclarecedora, que forma parte de una serie de tapices dedicados a Aníbal, o el cuadro de Johann Heinrich Schönfeld, pintor alemán del siglo XVII. También podéis ver una película sobre ese odio eterno: Aníbal, el peor enemigo de Roma, de Edward Bazalgette (2006), entre documental y ficción, que se puede ver el YouTube. Si os interesa la vida de Aníbal, podéis leer un libro que se llama justamente El juramento de Aníbal, de John Prevas, una biografía pensada para no expertos en historia.

Bueno, ahora ya sabéis de qué va el tema si os encontráis un juramento de Aníbal en una obra de ficción o no ficción. Se trata de jurar odio eterno a alguien y hacer todo lo posible para destruirlo. Muy bonito no es, desde luego, pero da la sensación de que muchos han hecho ese juramento, ¿no? ¡Mundo cruel!

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